Entrevista con Sol Calandria, integrante del colectivo de educación
popular en cárceles Atrapamuros.
El pasado jueves a las 16:00
horas en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación se realizó un
primer encuentro de colectivos y grupos que trabajan la educación en cárceles
con el objeto de problematizar la enseñanza de la historia y la enseñanza en
general en contextos de encierro. Organizada por la cátedra del Taller de problemáticas de la enseñanza en
Historia del Profesorado en Historia de esa facultad, la charla-debate contó
con la participación de integrantes de los colectivos Grupo de Estudios Sobre
Educación en Cárceles (GESEC) y Atrapamuros, junto a un estudiante de la
cerrera de Sociología que hace un año recuperó su libertad.
En diálogo con Comunidad al Palo! la integrante de Atrapamuros Sol Calandria explicó que desde el taller entienden a la educación como una “construcción colectiva y dinámica” que toma forma en la relación educador/educando. Desde esa visión compartida de la educación, la enseñanza de la historia se lleva a cabo entendiéndola a ésta como algo que le es propio a todos los sujetos, y construyéndola a partir de aquellos sectores sociales que fueron excluidos en los relatos hegemónicos sobre la historia. “Cuando uno hace jugar esa invisibilización del otro en la historia es cuando ellos se sienten también parte de ese otro invisibilizado”, indicó.
En diálogo con Comunidad al Palo! la integrante de Atrapamuros Sol Calandria explicó que desde el taller entienden a la educación como una “construcción colectiva y dinámica” que toma forma en la relación educador/educando. Desde esa visión compartida de la educación, la enseñanza de la historia se lleva a cabo entendiéndola a ésta como algo que le es propio a todos los sujetos, y construyéndola a partir de aquellos sectores sociales que fueron excluidos en los relatos hegemónicos sobre la historia. “Cuando uno hace jugar esa invisibilización del otro en la historia es cuando ellos se sienten también parte de ese otro invisibilizado”, indicó.
Si la historia nos pertenece, entonces
los relatos que construimos sobre ella cobran suma importancia, y es en esos
relatos donde se hacen palabra las experiencias pasadas y presentes de esos “sujetos
desde abajo” que, al contarla, viven y hacen la historia.
Recorridos que se encuentran
Afirmar que la educación es una
construcción colectiva y dinámica implica a su vez reconocer que los procesos
de aprendizaje los realizan tanto el educando como el educador, por lo que la
relación que se construye entre ambos sujetos pasa a ocupar un lugar central ya
sea en contextos de encierro o fuera de la cárcel. Para esto resulta necesario
pensar al otro reconociendo su biografía personal, sus relatos sobre la propia historia.
“Las preguntas que nos hacemos
sobre el pasado y sobre el presente tienen mucho que ver con nuestra biografía”,
observó la integrante de Atrapamuros,
y continuó: “El recorrido de los chicos y de las chicas que hoy están privados
de la libertad tiene que ver con preguntas que por ahí los que no tuvimos esa
biografía no nos preguntamos tanto, y ahí es cuando ellos hacen de la historia
algo propio”.
Reconocer el lugar del otro implica
a su vez posicionarse frente a él como frente a un igual, posicionamiento que
no está exento de tensiones relacionadas a la dificultad de “sacarse esa
mochila que uno viene llenando de lo que se llama educación bancaria”. Para Sol
Calandria, en la educación dentro de las cárceles esas tensiones resultan más
visibles porque el sujeto privado de su libertad “está acostumbrado a las
jerarquías y tiene muy naturalizado que su palabra no vale”. “El ponerse o
pensarse como un igual a ese educando hace romper esa jerarquía y hace que la
palabra del otro se empodere. Ese es un primer paso y es un objetivo en sí
mismo”, agregó.
El recorrido del colectivo
El trabajo del colectivo de
educación popular en cárceles Atrapamuros surgió hace seis años, cuando
estudiantes de diversas carreras universitarias notaron que sus compañeros de
las unidades penales tenían dificultades para acceder a los materiales de
estudio y no contaban con un seguimiento sobre cómo prepararse para rendir un
final.
“A nosotros como estudiantes de
los primeros años de las carreras nos costaba preparar un final yendo a los teóricos,
yendo a los prácticos y teniendo otra educación secundaria, y nos imaginábamos que
a una persona que tiene que rendir libre y encima privada de su libertad le iba
a ser mucho más costoso”, contó Calandria.
Durante esos meses hicieron los
primeros acercamientos a distintas unidades penitenciarias y posteriormente la
propuesta también tomó la forma de proyecto de extensión de la Facultad de Humanidades,
que aún sigue vigente. Con el correr del tiempo y la acumulación de
experiencias, los integrantes del colectivo comprendieron que, lejos de ser un
problema aislado de la sociedad, la cárcel es parte constitutiva de ella y
explica muchas de sus realidades.
Posteriormente el grupo se
constituyó como un colectivo de educación popular y tomó la decisión de
organizarse políticamente dentro del Frente Popular Darío Santillán - Corriente
Nacional, persiguiendo “un horizonte de cambio social, transformador, y
entendiendo que el problema no es solamente la cárcel, que lo que hay que
transformar es la sociedad”.
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