04 julio 2014

Astor Piazzolla: homenaje sonoro a 22 años de su muerte

Julio Ibarra
Un 3 de julio de 1992 fue su último día de esplendor, día en que sus obras quedarían polulando, vibrando en el aire y sumergiéndose en acordes; esperando la muerte al día siguiente, llevándose su último aliento.



No es que yo sea triste. Al contrario, soy un loco de la guerra, soy un loco lindo... Me gusta divertirme, me gusta tomar vino, me gusta comer bien, me gusta la vida, así que mi música no tiene por qué ser triste. Es triste porque el tango es triste, tiene raíces tristes, dramáticas, sensuales a veces, religiosas, tiene un poco de todo. Religiosas, por el bandoneón que fue inventado para acompañar la liturgia en Alemania. El tango es triste, es dramático, pero no pesimista. Pesimistas eran las letras de antes, totalmente absurdas.

Y a vos te vi tan triste... ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí el loco berretín que tengo para vos: ¡Loco! ¡Loco! ¡Loco! Cuando anochezca en tu porteña soledad, por la ribera de tu sábana vendré con un poema y un trombón a desvelarte el corazón.

En cuanto a mis discípulos, yo digo que cada uno se las arregle. Si escriben como yo, peor para ellos. Deberán saber que mi principal estilo es haber estudiado. De no haberlo hecho, no estaría haciendo lo que hago, lo que hice. Porque todos creen que hacer un tango moderno es hacer ruidos, es hacer cosas raras y no, ¡no es eso! Hay que profundizar un poco, ver que todo lo que yo hago está muy elaborado. Si yo hago una fuga a la manera de Bach, siempre va a estar tanguificada. 

Esto es Piazzolla. Impacta y fascina. Se trata de un 'lenguaje' que ha conseguido un estilo inquebrantable. Con elementos dispares y rebeldes (el jazz, la música clásica, la exploración tímbrica) produce una obra única bajo el drástico pulso de su tango…

Un 3 de julio pero de 1992 fue su último día de esplendor, día en que sus obras quedarían polulando, vibrando en el aire, sumergiéndose en acordes, esperando la muerte al día siguiente, llevándose su último aliento.